Cuando era pequeño, las personas de mi entorno se acercaban a mí instintivamente y me contaban sus problemas y yo me sentía muy cómodo apoyándoles, me parecía algo que me surgía de forma natural.
Después de adolescente, me empecé a interesar en las disciplinas sobre la vida, las personas, la filosofía tanto occidental como oriental y todo aquello que estaba relacionado con la vida de las personas.
En las relaciones con mis iguales, podía dar apoyo a las personas que estaban cerca de mí y de forma natural se acercaban para explicarme sus dificultades emocionales o vitales, y se sentían reconfortados después de que habláramos o simplemente los escuchara.
Me decían que se sentían muy cómodos sintiéndose comprendidos.
Después ya de mayor, cuando estudié psicología pude comprobar que parte de las habilidades del psicólogo están relacionadas con esa forma de ser…
Además, a la hora de escoger cuál sería mi vocación profesional, veía que tenía una tendencia natural al servicio a las personas, creo que era para lo que estaba hecho en mi interior, lo más parecido a lo que conocemos como vocación.
Mi entorno no lo acababa de ver del todo correcto, por el miedo al futuro y por preocupación hacia mi bienestar, pero tuve la suerte de poder seguir mis intuiciones y comenzar a dedicarme a la ayuda a las personas a través de labores educativas mientras estudiaba psicología.
Finalmente, con mi labor de psicólogo, me siento plenamente realizado, creo que puedo desplegar mis potencialidades y además de un trabajo, es una forma muy cómoda para mí de poder estar con las demás personas.
Los estudios me han ayudado a poder hacer dicha labor con las técnicas y procedimientos adecuados para poder ayudar a resolver los problemas psicológicos.
No te diré que soy el mejor psicólogo del mundo, pero sí que es mi pasión, y por eso sé que puedo ayudarte, porque mi razón de ser psicólogo no es la económica, me gusta ayudar a las personas de verdad y me gusta aún más cuando veo que cumplen sus objetivos y se sienten mucho mejor gracias a la terapia.
Una paciente me contó que cuando era pequeña iba a una psicóloga que le daba papeles para dibujar, y ella se quedaba dormida en la silla… Por eso no creía en los psicólogos, pero cuando me conoció a mí le cambió toda la percepción, la ayudé de verdad a solucionar sus problemas y vivir más tranquilamente.